jueves, 26 de abril de 2012

El coleccionista


Le obsesionaba aquel tema. Coleccionar. Había emprendido la tarea de terminar aquel cuento tantas veces postergado.
Se había encerrado varios días y varias noches de sus vacaciones con ese único fin.
Aquella mañana, su mujer, hastiada del olvido y del deseo contenido, decidió entrar al estudio. Se encontró con unas cuantas hojas garabateadas en el piso y a Javier, de bruces, en la cama.
Levantó morbo aquel legajo, intrigada por la obsesión aquella de escribir. Leyó y leyó.
"Javier miró en torno suyo. Intentó hacer un recuento de todas sus colecciones. No pudo lograrlo de un solo intento. Tuvo que recostarse en el sofá. Cerró los ojos y recordó.
Nunca tuvo la gracia para coleccionar. Siempre le distraía algo nuevo. Siempre. Su padre no era buen coleccionista, su madre si. Lo poco que aprendió fue de ella.
A ver, a ver... y se apilaron las imágenes desde su niñez hasta lo último que vio esa madrugada. Desfilaron ante su memoria todo ese cúmulo de imágenes que lo habían vivificado y que también lo habían destruido. Cómo no coleccionar..."
Nada se parecía a aquello que sentía. Lloró largo rato ante las cosas que sabía, que intuía o que no sabía, de plano. Se dio cuenta de que también ella coleccionaba, pero no era tan valiente como para aceptarlo. Se dio cuenta de la vida sin tiempo que transcurrió y que nunca pudo encontrarle sentido. Repasó sus propias colecciones.
Un esfuerzo inmedible y continuó su lectura.
"No hay nada que pueda abrir al otro y mirar a su interior. Si ni nosotros mismos sabemos que escondemos a nuestros propios ojos.
Míralos. Castos, corteses, sumisos. ¡mentiras¡ muertos luchando contra lo que somos.
Javier se levantó. Había logrado recordar una gran parte de su colección... pero como siempre le distraía lo nuevo. Así que esa noche empezaría una nueva colección. Abrió la puerta, se detuvo a anudar el zapato izquierdo. Lanzó un suspiro profundo. La noche le esperaba. Solo dio un vistazo a la cama en donde yacía su cuerpo."
Se le llenaron los ojos de lágrimas. Cuánto tiempo encerrada en esa relación que ya apestaba. Su cuerpo recobró dimensiones olvidadas. Decidida, le dio la espalda a Javier. Salió de la habitación, se dirigió a la puerta. Giró la perilla. La mañana luminosa la esperaba. Se detuvo y anudó su zapato izquierdo sin siquiera intentar voltear la cara.

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